La narración original se encuentra en la crónica, El Carnero, de Juan Rodríguez Freyle. Según Freyle, el cacique sacerdote de los muiscas era ritualmente cubierto en polvo de oro en el festival religioso de Guatavita, cerca del sitio donde hoy está Bogotá.
En 1636 Juan Rodríguez Freyle escribió una versión, dirigida a su amigo Don Juan, el cacique o gobernante de Guatavita:
«...En aquella laguna de Guatavita se hacía una gran balsa de juncos, y aderezábanla lo más vistoso que podían… A este tiempo estaba toda la laguna coronada de indios y encendida por toda la circunferencia, los indios e indias todos coronados de oro, plumas y chagualas… Desnudaban al heredero (...) y lo untaban con una liga pegajosa, y rociaban todo con oro en polvo, de manera que iba todo cubierto de ese metal. Metíanlo en la balsa, en la cual iba parado, y a los pies le ponían un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios. Entraban con él en la barca cuatro caciques, los más principales, aderezados de plumería, coronas, brazaletes, chagualas y orejeras de oro, y también desnudos… Hacía el indio dorado su ofrecimiento echando todo el oro y esmeraldas que llevaba a los pies en medio de la laguna, seguíanse luego los demás caciques que le acompañaban. Concluida la ceremonia batían las banderas... Y partiendo la balsa a la tierra comenzaban la grita... Con corros de bailes y danzas a su modo. Con la cual ceremonia quedaba reconocido el nuevo electo por señor y príncipe».
Existen también otras lagunas en el departamento de Cundinamarca en las que se practicaba este ritual y en las cuales se encontraron piezas de oro, exhibidas hoy en día en el Museo del Oro de Bogotá. Una de ellas, la balsa muisca de Pasca, representa el rito de El Dorado en una hermosa figurilla de oro encontrada en la campiña cercana al pueblo de Pasca, Cundinamarca.
Las poblaciones muiscas y sus tesoros cayeron rápidamente en manos de los conquistadores. Al hacer inventario de las nuevas tierras obtenidas, los españoles pronto se dieron cuenta de que —a pesar de las cantidades de oro en manos de los indios— no había ciudades doradas, ni siquiera minas ricas, puesto que los muiscas obtenían el oro a través del comercio con naciones vecinas. Pero al mismo tiempo los españoles empezaron a escuchar historias de El dorado de los indios capturados, y de los ritos que tenían lugar en la laguna de Guatavita.
La laguna de Guatavita tiene hoy una gran zanja en uno de sus costados, evidencia de los intentos que se hicieron en 1580 de drenar la laguna
En 1636 Juan Rodríguez Freyle escribió una versión, dirigida a su amigo Don Juan, el cacique o gobernante de Guatavita:
«...En aquella laguna de Guatavita se hacía una gran balsa de juncos, y aderezábanla lo más vistoso que podían… A este tiempo estaba toda la laguna coronada de indios y encendida por toda la circunferencia, los indios e indias todos coronados de oro, plumas y chagualas… Desnudaban al heredero (...) y lo untaban con una liga pegajosa, y rociaban todo con oro en polvo, de manera que iba todo cubierto de ese metal. Metíanlo en la balsa, en la cual iba parado, y a los pies le ponían un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios. Entraban con él en la barca cuatro caciques, los más principales, aderezados de plumería, coronas, brazaletes, chagualas y orejeras de oro, y también desnudos… Hacía el indio dorado su ofrecimiento echando todo el oro y esmeraldas que llevaba a los pies en medio de la laguna, seguíanse luego los demás caciques que le acompañaban. Concluida la ceremonia batían las banderas... Y partiendo la balsa a la tierra comenzaban la grita... Con corros de bailes y danzas a su modo. Con la cual ceremonia quedaba reconocido el nuevo electo por señor y príncipe».
Existen también otras lagunas en el departamento de Cundinamarca en las que se practicaba este ritual y en las cuales se encontraron piezas de oro, exhibidas hoy en día en el Museo del Oro de Bogotá. Una de ellas, la balsa muisca de Pasca, representa el rito de El Dorado en una hermosa figurilla de oro encontrada en la campiña cercana al pueblo de Pasca, Cundinamarca.
Las poblaciones muiscas y sus tesoros cayeron rápidamente en manos de los conquistadores. Al hacer inventario de las nuevas tierras obtenidas, los españoles pronto se dieron cuenta de que —a pesar de las cantidades de oro en manos de los indios— no había ciudades doradas, ni siquiera minas ricas, puesto que los muiscas obtenían el oro a través del comercio con naciones vecinas. Pero al mismo tiempo los españoles empezaron a escuchar historias de El dorado de los indios capturados, y de los ritos que tenían lugar en la laguna de Guatavita.
La laguna de Guatavita tiene hoy una gran zanja en uno de sus costados, evidencia de los intentos que se hicieron en 1580 de drenar la laguna